El tema de la “Seguridad Vial” es, en la medida que profundizamos en él, muy complejo. A primera vista lo asociamos con la imagen de muerte, heridos, destrucción y metales retorcidos, desparramados en una calle o carretera, como lo “opuesto” a lo que precisamente persigue evitar. Pero, a poco de “calar” más a fondo, nos “inunda” una suerte de desazón frente a un panorama “deshumanizador” (no encuentro otra palabra). Le pedimos a Gerardo Felstein (artista plástico invitado a ComunicARTE 2005) prestada la imagen de su obra “Senda peatonal”, como “mascarón de proa” de esta nueva edición del concurso, porque genera una plena identificación con esa desazón referida.
Es el “ser humano” aferrado, con desesperación, a la senda peatonal como “refugio” frente a la hostilidad de un ambiente que lo hiere y mata.
Pero más aún…
La “senda peatonal” es la señal vial urbana y humana por antonomasia. El “ser humano” de Gerardo no sólo se aferra a la senda como refugio del tránsito. Se aferra a la “ciudad” que le han quitado. La “urbe” por definición es donde el “ser humano” se desarrolla en su interrelación y la “vía pública” es, por asi decirlo, su “vaso” comunicante.
¿Qué pasó?. ¿Qué nos pasó?.
Cuando éramos niños jugábamos en la calle. Ahora nuestros niños “se juegan” la vida en la calle.
La calle por medio era “ligamento” entre vecinos de la “cuadra”. Hoy es un “foso con cocodrilos”, una frontera hostil.
¿Es el automóvil el culpable?. No, de ninguna manera. Suena poco racional adjudicarle “voluntad” a una cosa inanimada. Es el propio ser humano el que trastoca su escala de valores y en función de ello coloca al auto como herramienta de algunos valores (poder, autosuficiencia, hedonismo, etc.) por sobre otros (vida, salud, convivencia, etc.).
Las calles eran los rios que nos comunicaban en un “continente”. Hoy son mares insondables y nosotros, los seres humanos, somos “islas”, para contradecir a John Donne con la frase que inmortalizara Ernest Hemingway: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra. ; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.”
CONSEJO DIRECTIVO ISEV